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¿Cómo puedes manejar los berrinches de tu hijo?

Sí, ya sabemos que las pataletas de tu hijo son todo un desafío, pero son un hecho de la vida y parte de su desarrollo.

3 mins leer Feb 17, 2018


El berrinche de un pequeño de 1 a 2 años, por ejemplo, tiene como causa usual la repentina pérdida de control emocional y su incapacidad de hacerse entender con palabras. Aunque cada niño tiene su estilo –algunos son más reservados y tímidos; otros, más impetuosos o emotivos– lo único que en realidad quieren es liberar la presión y el enfado momentáneos.

 

Causas más comunes y soluciones para el berrinche de tu hijo

Algo muy importante para sortear una rabieta es saber que siempre va dirigida a alguien en particular: sin testigos, no hay berrinche. Y, en segundo lugar, es el testigo quien alimenta la rabieta con su atención. Los desencadenantes pueden ser muy variados, pero a continuación encontrarás una lista de los más comunes y qué puedes hacer para detenerlos:

  • Ansiedad o temor – Es natural que tu hijo se sienta ansioso o atemorizado ante situaciones nuevas, que obviamente no sabe manejar. Si notas que no se siente cómodo durante alguna actividad, suspéndela o retíralo de ella. Abrázalo y consiéntelo mucho, y su malestar desaparecerá.
  • Cansancio excesivo –El pequeño puede estar agotado de jugar y correr todo el día, pero no es consciente de ello y por eso se torna irritable. Invítalo a hacer alguna actividad reposada o arrúllalo hasta que se le bajen las revoluciones o se quede dormido. Pon en práctica una rutina de siestas cortas siempre que te sea posible –en la mañana y en la tarde– y verás cómo tu angelito se despierta renovado.
  • Frustración – Los niños son pequeños exploradores de su entorno y de sus propias capacidades; apenas están desarrollando sus habilidades motoras y cuando aprenden a hacer algo, no quieren parar. Si tu hijo lleva un buen rato tratando de finalizar lo que está haciendo y no lo logra, puede acabar frustrado. Acompáñalo a terminar ese dibujo, a armar la torre de cubos, a tomar solo la última cucharada de papilla, y apláudelo porque lo hizo solo.
  • Hambre – Dale un bocadillo o algo de beber con regularidad: no olvides que su barriguita es pequeña y hay que alimentarlo poco pero seguido.
  • Incapacidad de comunicarse – Tú conoces a tu hijo mejor que nadie; obsérvalo con mucha atención y anímalo con preguntas a que te muestre o te señale con el dedo qué es lo que quiere. Tendrás que jugar al detective, pero lo disfrutarás.
  • Nuevas destrezas – Enséñale a hacer cosas novedosas y sorprendentes, como armar un rompecabezas, enhebrar un collar de macarrones, subir y bajar escaleras o moldear un muñeco con masilla de colores.
  • Resistencia al cambio – El secreto es la transición gradual en todo. Si vas a cambiarlo de ambiente o de actividad, lo mejor es que se lo anuncies. Aunque no lo creas, te va a entender. Y dale unos minutos para que se ajuste.
  • Sobreestimulación – Si este es el caso –demasiados juguetes, personas, ruidos, por ejemplo–, basta con trasladarlo a un lugar tranquilo y con menos estímulos auditivos o visuales.

Por último, un consejo para ti: no reacciones. Si te enojas o te estresas, dejarás que se salga con la suya y aprenderá que las pataletas son efectivas. Ignóralo durante el episodio, ojalá con una sonrisa, porque en ese momento su cerebro racional no está funcionando y las emociones han tomado el poder. Dale un espacio donde pueda sacarlo todo a flote y expresar su incomodidad.

No hay motivos para preocuparse. Con paciencia de tu parte, tu hijo irá aprendiendo a autocontrolarse, a comunicarse mejor y a manejar la frustración. Solo tienes que darle tiempo.

 

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